(Margarita Bokusu Mina) En un mes será el Día del Padre y mis hermanos, mi madre y yo no queremos pensar en lo peor.
Mi hermano vive en Barcelona, pero trabaja en Sevilla.
Han pasado nueve días desde el Día del Padre. He bloqueado a mi hermana. Tiene problemas mentales. Ha insistido en que del coche de mi padre quiere parte. Él decía que ese auto iba a ser para mí. Mi hermano, con su familia, anda por Alemania. En junio, mi madre quiere que pida como destino Málaga, por tanto, el piso que compré (con ayuda de mis padres) no lo habitaré ni un año.
Mi hermana y yo no tenemos la sensación de que le trataran bien en el hospital. Al final de la primera semana lo dejé almorzando. Lo lavé, paseamos, le di un par de besos, le acaricié la cabeza… Nadie pensaba que le quedaban días de vida.
La biopsia fue la estocada. Lo que vivimos sus últimas horas lo he contado reiteradamente a mi madre. Algunas vecinas y mis primos pequeños lloraron desconsoladamente, mi madre besó el ataúd y le pusimos La Internacional mientras los cuatro alzamos el puño y lo metían en el nicho. Era su deseo.
Faltó la bandera republicana. Su epitafio dice: “Luchador, altruista y progresista. Una estela en la mar”. Descansa junto a parientes. Mi hermana ha soñado con él. En uno de los sueños discutían. Mi padre no se llevó bien conmigo. Solo desde la pandemia congeniamos.
¡Ay, Manuelito! Mañana a trabajar, me quitarán las ganas los sinvergüenzas.
Quería escribir sobre mi padre, aunque intuyo que poco te importa.
París 1/4/24
Me importa. El arte en general… Se resucita uno, no sé… Tú lo haces. Y me gustan las
mujeres así, no veas cómo me las como en mi mente. En fin, te decía que me gustan tus
pelos, todo, y que te quería lamer el tórax, digo leer el tarot.
Ayer me llamaron desde Chile porque este texto podría formar parte de una antología. No he pagado ni por mis novelas.