(Por Eduardo Madroñal Pedraza) Mientras nos deslizamos por el prolongado y resbaladizo proceso de transferencia presidencial en la única superpotencia realmente existente, mientras seguimos sufriendo sus sacudidas, las dolorosas sacudidas de un imperio en su ocaso, no sabemos todavía las decisiones que nos van a golpear a los demás países y pueblos del mundo, pero podemos atisbar algo de lo que nos espera.
Trump 2.0
¿Qué política exterior seguirá el gobierno de Trump? Dado su alto grado de imprevisibilidad, nadie es capaz de dar una respuesta segura. Lo que sí sabemos es que, sea cual sea el camino que tome Washington, podemos esperar más y más agudas sacudidas globales.
Por un lado, sus promesas de campaña: deportación masiva de inmigrantes, aranceles del 60% a las importaciones procedentes de China, apoyo férreo a Israel, salida del Acuerdo climático de París y presión máxima sobre Irán. Por otro, los nombramientos realizados. La composición de su gabinete anticipa, por ejemplo, algunas probables posiciones de su Administración en política exterior.
Pero, desde luego, Trump no va a ser el Trump 1.0, ya que va a mantener algunos de los posicionamientos troncales en el mundo de la administración Biden, aquellos que corresponden a los intereses estratégicos de la superpotencia norteamericana. Como el apoyo cerrado al camino genocida de Israel, respaldado por republicanos y demócratas. Pero fundamentalmente China.
China, objetivo principal
Uno de los pocos consensos bipartidistas entre demócratas y republicanos, entre unas élites norteamericanas enfrascadas en una feroz disputa, es señalar a China como enemigo principal. Washington necesita contener la emergencia de China, al precio que sea. Lo hizo Biden y lo hará Trump.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca incrementará el despliegue militar en Asia-Pacífico, con el objetivo de cercar a China, desarrollando lo iniciado por Biden, la “OTAN asiática”, el AUKUS, con Reino Unido y Australia, y rearmando a Japón y Corea.
Y Trump añadirá contra la economía china, al grito de “¡me gustan los aranceles!”, un aumento del 10% al 60% para los productos que procedan de China. Podría profundizar en el “desacoplamiento económico” con China, repatriando los capitales estadounidenses invertidos en el país asiático, y vetando el acceso chino a sectores claves de alta tecnología, como los microchips.
Porque Estados Unidos ha decidido que, si la globalización beneficia a China, hay que boicotearla, aunque eso suponga atacar el crecimiento mundial y dañar a los demás países.
Más manos libres para Israel
Tras la victoria de Trump, Israel ha acelerado su ofensiva, tanto en Gaza como en Líbano y Siria. El apoyo a la criminal actuación de Israel une a Biden y Harris con Trump. Pero los precedentes ya nos anuncian de que ese respaldo puede ser, con Trump, incluso mayor.
Durante su primer mandato Trump trasladó la embajada a Jerusalén -una provocación para los árabes-, instó públicamente a Israel a invadir Gaza y Cisjordania “sin pedir permiso”, e impulsó varios acuerdos entre Israel y países árabes para fortalecer la posición de Tel Aviv.
Peligro para Ucrania
En Ucrania la victoria de Donald Trump ha sido recibida con un escalofrío. Mientras que en Moscú han celebrado la victoria del candidato republicano. El peligro de que la superpotencia decida sacrificar a Ucrania, entregándosela a la Rusia de Putin, aumenta.
En campaña Trump aseguró poder “acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas”, y ahora anuncia que exigirá su final antes de su toma de posesión, el próximo 20 de enero. Primero, retirando toda la ayuda militar norteamericana a Ucrania. Segundo, obligando a Kiev a aceptar un vergonzoso acuerdo de paz, que solo se puede definir como una capitulación.
Su doble objetivo es, por un lado, eliminar un foco de atención que le permita concentrar los esfuerzos militares en Asia-Pacífico, para cercar y contener a China. Y, por otro, atraer a Rusia, separándola de Pekín.
Una Europa dependiente
El problema de Europa es la sumisión a EEUU. Esto supone un peligro para los pueblos europeos, y el anuncio de más inestabilidad en la Unión Europea. Trump exige una mayor aportación europea a su maquinaria militar, del 2% del PIB al 3% o el 4%. La nueva Casa Blanca impondrá mayores tributos a Europa, a través de los aranceles.
Eduardo Madroñal Pedraza