(Por Eduardo Madroñal Pedraza) Lagarde -la actual presidenta del Banco Central Europeo (BCE)- pidió públicamente a los líderes europeos (¿qué les dirá en la intimidad?) que compren gas y armas estadounidenses para apaciguar a Trump y así evitar la guerra comercial. Exactamente lo mismo que el próximo presidente de Estados Unidos exigió -también públicamente- a los países de la Unión Europea (UE), con amenazas de subir los aranceles a nuestras exportaciones en el caso de incumplimiento de sus órdenes. Todo esto antes de la voraz vorágine de las altisonantes amenazas que el máximo dignatario de la única superpotencia realmente existente está disparando desde el inicio del nuevo año y antes de tomar posesión de su cargo.
Cuando hablamos de Lagarde, ¿de quién hablamos?
En realidad, cuando hablamos de Lagarde no hablamos de Lagarde. Hablamos de la contradicción principal, de la debilidad esencial de la UE. Hablamos de la sumisión europea a la superpotencia estadounidense, sumisión al “fiel aliado”, que es nuestro mayor enemigo. Hablamos de la sumisión de las clases dominantes europeas -principalmente la alemana y la francesa- a las decisiones de Washington que cumplen obedientemente Bruselas y demás sedes de la UE. Hablamos del enemigo externo que está instalado dentro de la UE, del enemigo que también es interno porque está en el seno de las instituciones y de los gobiernos europeos.
¿A quién sirve Lagarde y quiénes son sus amos? Evidentemente tiene más de un amo. Obviamente el principal es la burguesía monopolista estadounidense -que la nombró directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) durante ocho años, de 2011 a 2019-, y secundariamente las oligarquías alemana y francesa, por lo que es presidenta del BCE desde 2019.
Cuando Europa está que arde
Ciertamente, Europa está que arde. La economía alemana -la otrora poderosa locomotora industrial exportadora europea- está prácticamente en recesión. Y la economía francesa -la turística potencia agrícola, química, farmacéutica, de la automoción, la aeronáutica y el lujo- está asfixiada por su deuda pública. Las dos potencias dominantes en la UE sufren los embates económicos y los ataques políticos -ya antes de que Trump sea presidente- que descarga su “fiel aliada” estadounidense para saquearlos aún más para enfrentar su ocaso imperial.
Para calmar a la fiera entregar más carne fresca
Todos sabemos que no es recomendable darle carnaza a la fiera que te amenaza. Sin embargo, el grado de dependencia económica, política y militar que la UE tiene de EEUU presiona internamente para que las burguesías monopolistas europeas no se planteen seriamente un futuro autónomo europeo. Quizá sería conveniente que en el seno de tales burguesías se abriera un serio debate ante las agresiones estadounidenses. Porque el problema esencial reside en si se promueve un desarrollo económico, político y militar de Europa no sometido a los intereses y las órdenes de Washington, o se sigue el camino de sumisión al imperio, que, en su ocaso, no deja de saquear a sus “aliados” europeos, incluyendo las últimas medidas proteccionistas y otras que vendrán.
Los “patriotas trumpistas” europeos
El dilema de la UE es seguir sometida al creciente dominio de la superpotencia estadounidense -que además se dedica cada vez más a dividirla a través de sus representantes políticos, los “patriotas trumpistas” europeos-; o dar pasos en ganar autonomía, entre ellos, potenciar un desarrollo industrial y tecnológico propio.
¿Por qué no seguir los principios de la promoción de relaciones entre Estados basadas en el respeto y el beneficio mutuo; la oposición al hegemonismo, al expansionismo y a las relaciones internacionales basadas en una mentalidad beligerante; y la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados? ¿Por qué no defender que ningún país ejerza la hegemonía en su beneficio y a expensas de los intereses de otros países?
Por un futuro democrático europeo
Todo movimiento que fortalezca la lucha de los países europeos por su desarrollo autónomo favorecerá a sus pueblos, porque se enfrentará al dominio de los intereses de EEUU y así la intervención estadounidense sobre el viejo continente decrecerá. Debilitar la actual hegemonía estadounidense favorecería el tránsito hacia un mundo multipolar.
Eduardo Madroñal Pedraza