(Moisés Palmero Aranda) La custodia del territorio es una herramienta que tiene como objetivo la conservación de la biodiversidad, de la naturaleza, a través de acuerdos voluntarios entre propietarios de terrenos y entidades de custodia, sin ánimo de lucro. No es algo novedoso, ya lleva funcionando algunas décadas en Europa y en España, pero es ahora cuando se quiere potenciar, a través de cursos de formación y facilidades para los agentes implicados.
No existe un acuerdo estándar, ya que las circunstancias de cada caso son diferentes. Es una herramienta flexible, moldeable, adaptable a las necesidades, intereses y objetivos de cada uno de los participantes. Les planteo tres ejemplos para que comprueben sus oportunidades, versatilidad, y como las administraciones, a veces, aparecen como propietarios y otras como entidades de custodia.
En el precioso pueblo de Aínsa, en el Pirineo aragonés, su Ayuntamiento firmó un acuerdo con la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, que gestionará las actividades y equipamientos para que esta especie, una de las más amenazadas de Europa, se recupere. En Málaga, la Asociación Almijara, ha firmado varios acuerdos con ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes para la recuperación y puesta en valor de terrenos públicos baldíos, a través de reforestaciones y otras actuaciones. En Terrasa, el Ayuntamiento ha llegado a un acuerdo con diferentes propietarios privados para crear un corredor verde alrededor del municipio.
Puede llevar a confusión, pero es más sencillo de lo que parece. Quizás si eres propietario de una finca, tengas recelos a perder derechos en tu propiedad, pero nada más lejos de la realidad, porque los acuerdos se firman, para dejar claro todos esos detalles y adaptarlos a cada caso concreto.
Con esta herramienta sobre la mesa, yo imagino, sueño, planteo, un proyecto al que he llamado “Conservando el bosque de Murgi”. Como saben, Murgi, era un municipio romano que se extendía, de oeste a este, desde Abdera, la actual Adra, hasta Urci, Benhadux, y que tenía su centro urbano en lo que ahora es el municipio de El Ejido. Al norte estaba flanqueado por la Sierra de Gádor, que le ofrecía recursos minerales, y al sur por el Mediterráneo, por el que exportaban sus recursos mineros, agrícolas y pesqueros, aceite, cereales, y el más solicitado, el garum.
Recientemente, el Ayuntamiento ejidense, ha presentado el nuevo centro de interpretación de las excavaciones de Ciavieja, que será el epicentro para demostrarle al mundo, que sí que tiene una gran Historia que contar. Paralelo a este proyecto, también se ha presentado el futuro Parque de las Familias, un espacio lúdico y de esparcimiento, de unas siete hectáreas, en la parte norte de un parque más extenso, 74 ha, el de la Cañada de Ugíjar, que llevaba varios años esperando su apertura definitiva.
En ese espacio, en la parte sur, aún se conservan, en muy buen estado, algunos ejemplares de artos y azufaifos, especies en peligro de extinción que conformaban el paisaje romano, uno de los cuatro bosques de su territorio y de los que obtenían recursos para su subsistencia. La idea del proyecto es recuperar y conservar ese bosque originario, adaptado a las condiciones climáticas, que nos puede ayudar a mitigar los estragos del cambio climático, y a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados para el 2030.
Lo haríamos a través de un proyecto colaborativo, participativo, comunitario, entre las asociaciones culturales, sociales y ambientales del municipio, los centros educativos, que lo plantarían y harían el seguimiento, las empresas locales, y las diferentes Concejalías del Ayuntamiento, desde Cultura hasta Medio Ambiente, pasando por Urbanismo, Asuntos Sociales y Turismo.
Además de reforestar el bosque, estaríamos creando una herramienta educativa, de sensibilización, que aunase el patrimonio cultural y ambiental, porque además convertiríamos una de las balsas abandonadas, pintando sus muros con un mural sobre la historia del agua en el municipio y construyendo un mosaico en el fondo, en el punto central del proyecto. Imagino un museo al aire libre, donde se mezclen réplicas de restos arqueológicos romanos, con la belleza y majestuosidad de las especies autóctonas que nos han protegido durante siglos.
Esta humilde Ágora romana, podría ser además el centro neurálgico de la Red de senderos de Murgi que nos gustaría crear, con el objetivo de atraer visitantes, pero sobre todo, para que nuestros niños, y no tan niños, crezcan conociendo su esplendoroso pasado, el medio natural donde viven, y la importancia de conservar la naturaleza para desarrollar nuestra economía, nuestro estilo de vida, nuestra cultura, y garantizar la prosperidad de las generaciones futuras.