( Eduardo Madroñal Pedraza) Desde el siglo XIX la clase dominante francesa -con objetivos imperialistas- inventó y difundió que “África empezaba al sur de los Pirineos”, en un ataque pérfido al combativo pueblo español como si fuéramos una población atrasada democráticamente y sin civilizar. Aunque, en verdad, Napoleón tuvo que irse con el rabo entre las piernas.
En julio de 2024, en Francia, después de las elecciones europeas, se han convocado elecciones generales. Los ultraderechistas encabezan la intención de voto con el 36%. ¿Se imaginan que en las elecciones europeas Vox hubiera arrasado, provocando la convocatoria de unas generales anticipadas donde el horizonte más probable fuera sufrir un gobierno con Abascal de presidente?
Dos lados de los Pirineos, dos realidades
El escenario dantesco que está viviendo Francia no es como la situación política en España. Por eso, casi todas las fuerzas francesas a la izquierda de la socialdemocracia han acordado una candidatura y un programa común, que, pone en primer plano evitar un gobierno de la ultraderecha.
En España la situación es muy distinta. La ultraderecha ha crecido, y ha aparecido una nueva cabeza en la hiedra ultra, pero su peso es sensiblemente menor que la media europea, y no puede aspirar a ser la fuerza más votada, como ha sucedido en Francia. Se han formado gobiernos autonómicos del PP con presencia ultra, pero la sociedad española se movilizó en las generales para que no llegará a la Moncloa.
En Francia gobierna Macron, representante de la derecha europea tradicional. Mientras que España es el único país de Europa con un gobierno de coalición donde está el PSOE y una fuerza a la izquierda de la socialdemocracia. En el país galo la socialdemocracia no ha desaparecido, pero sí se ha desmoronado, siendo claramente superada por las fuerzas a su izquierda.
En las presidenciales de 2022 la Francia Insumisa de Melenchon -equiparable a Podemos- obtuvo en 21,5% de los votos, cuatro veces más que el partido socialista francés. Por el contrario, en España el PSOE encabeza el gobierno y mantiene su primacía en el campo de los votantes de izquierdas.
España es diferente, tres millones de razones
Hay tres millones de razones. Son los votantes a la izquierda de la socialdemocracia, que han dejado de respaldar a formaciones como Sumar y Podemos, pero que nunca van a votar al PSOE, aunque sea a costa de abstenerse. Razones no les faltan. Son gente que mantiene los principios del 15-M -que surgió durante el gobierno de Zapatero y contra su recortes a órdenes de Obama-; tres millones que luchan por un cambio social incompatible con la política socialdemócrata.
Pero esta gente a la izquierda del PSOE está abierta en canal. Públicamente su crisis política aparece dolorosamente hiriente. Aunque hayan contribuido las desmovilizadoras decisiones de Sumar y Podemos, no es el factor principal. Paradójicamente, el problema es su éxito. España es el único país europeo donde una fuerza a la izquierda de la socialdemocracia -ahora Sumar, antes Podemos- está en el gobierno. En el resto del continente esto está, literalmente, prohibido. La extrema derecha puede acceder al gobierno, pero la izquierda que rechaza la socialdemocracia no.
Los centros de poder internacionales y nacionales han intentado impedir que esto suceda en España. Ha sido la persistencia del voto popular la que consiguió la formación de un gobierno de coalición de izquierdas. Desde entonces esos centros de poder han perseguido un objetivo claro: minimizar el peso político, especialmente en el gobierno, de la izquierda a la izquierda del PSOE, utilizando todos los medios, incluso los más turbios. Ahí sí que se activó a todo trapo la “máquina del fango”.
Las direcciones de Sumar y Podemos han contribuido al objetivo perseguido por la oligarquía española y las grandes potencias, con EEUU a la cabeza. Insistir en que “la economía española va bien”, cuando la mayoría nos empobrecemos mientras bancos y capital extranjero encadenan récords de beneficios. Equiparar a Puigdemont -la derecha catalana más rancia- con los exiliados republicanos, justificar la invasión rusa de Ucrania y no condenar el terrorismo de Hamás.
La clave es qué camino seguir
Aunque algunos quieran darlo por muerto, difundiendo, incluso desde la izquierda, que “el ciclo del 15-M ha terminado” y ahora vivimos “un ciclo de derechas”, el espacio político a la izquierda del PSOE sigue muy vivo y conserva una influencia política decisiva. Una parte importante de las personas que componen este espacio político están en “estado shock”, desconcertadas y desmovilizadas, pero radicalizadas en la lucha contra los recortes.
Posiciones como la tomada por Yolanda Díaz -abandonando Sumar a su suerte para “dedicarse a gobernar”- y ofreciendo un camino que en nada se diferencia del PSOE -de un PSOE que repite que “España va como un cohete” mientras el saqueo de bancos y monopolios se dispara- contribuyen a agudizar el problema.
Lo que necesitamos es reconstituir ese espacio de la izquierda del PSOE, frente a la confusión que ahora se siembra con el objetivo de desmovilizarlo. Y lo primero es sentar las bases de un programa que aborde los problemas que sufre nuestro pueblo, situando unos ejes comunes que todos, desde la pluralidad e independencia de cada uno, podamos compartir.
Eduardo Madroñal Pedraza