(Moisés S. Palmero Aranda, Educador ambiental) Mientras la Junta de Andalucía convoca 3000 plazas para docentes y la Consejera de Desarrollo Educativo anunciaba a principio de curso que “la plantilla de profesores es la más amplia de la historia”, los maestros (aspirantes, interinos y funcionarios) convocan una manifestación para el 26 de octubre, denunciando que están bajo mínimos, las bajas no se cubren, faltan especialistas y los acuerdos adoptados, y cacareados, no se ejecutan.
Recordando experiencias pasadas, puedo adelantarme a que no servirá de nada. Si se realiza, pasará sin pena ni gloria. Veremos a los maestros advirtiéndonos, igual que los médicos con la sanidad, de que están privatizando la enseñanza, que la falta de recursos, la decadencia de las infraestructuras y la falta de docentes, va en detrimento de la educación de nuestros hijos, y, por tanto, del futuro que nos espera.
En la misma noticia, más calmados, de punta en blanco, tras el atril en una sala bien iluminada, escucharemos las declaraciones de nuestros políticos, dando cifras confusas, señalando políticas anteriores, acusando a los sindicatos, y matizando muy ofendidos, que quien habla de privatizaciones miente y es todo lo contrario, trabajan para garantizar que la educación sea libre, gratuita e igual para todos.
Siempre es igual, y lo es, porque las manifestaciones, si no están respaldadas por la gran mayoría, suenan a pataleo de unos pocos, y porque el sistema está preparado para minimizar las críticas, dividirnos, y seguir adelante con lo que se proponen. Saben que por mucho ruido que hagan, ese día los colegios seguirán abiertos. Los que legítimamente no se hayan sumado a la protesta (no comparten las peticiones, creen que de nada servirá o no quieren perder un día de paga), sacarán la jornada adelante como puedan, y las familias no se quejarán porque habrán podido aparcar a sus hijos y no perderán el día de trabajo.
Para que las cosas cambien hay que paralizar al sistema, ir todos a una, cerrar los colegios indefinidamente, y no moverse hasta conseguir que las leyes que firman, y las promesas que hacen, se cumplan.
Cada día que pasa en el caso de las futbolistas, siento más admiración por ellas, porque han aguantado unidas, y han conseguido el respaldo de gran parte de la población, la implicación de las administraciones y el apoyo del futbol femenino a nivel mundial.
Utilizaron contra ellas el protocolo habitual ante este tipo de crisis, el servilismo de los medios para desprestigiar su lucha, cizaña para dividirlas, coacciones para atemorizarlas, y promesas y prebendas personalizadas para quien abandone su posición. Pero resistieron y han conseguido mejorar su situación, arriesgando lo que tenían, sacrificando el sueño de ir a un Mundial por las generaciones que vienen detrás. El tiempo dirá, si lo pactado se termina cumpliendo, porque aunque quede firmado en decretos y leyes, luego hay que seguir peleando para que la habilidad del trilero no las time, y se vengue de ellas.
Sabemos que sus reclamaciones nos benefician como sociedad, que los gastos en educación y sanidad, son inversiones de futuro, y nos hacen más humanos, al garantizar que todos tendremos las mismas oportunidades y seremos tratados de la misma manera, con dignidad y justicia.
No cuestione sus peticiones, no caiga en las trampas de los políticos, y si tiene alguna duda, haga como el humorista Goyo Jiménez cuando dice eso de “no lo cuento, lo hago”. Aunque tenga su seguro médico, intente pedir cita para su médico de cabecera, comprobará como esa infalible tecnología que sirve para que los bancos cobren las abusivas comisiones, los impuestos se paguen religiosamente, o para pedir una hamburguesa, no funcionan. Y cuando le prometen que su médico les llamará, no lo hacen. Si quiere ser atendido, tendrá que mendigar toda la mañana, suplicar que le atiendan, o saturar las urgencias, que deben estar para otras cosas.
Y si tiene hijos en edad escolar, pregúntele a los maestros, pero no desde la superioridad moral con la que los tratamos, infravalorando su trabajo por la creencia de que tienen más vacaciones que nadie, o que sus quejas son pataleos de funcionarios para cobrar más, o una lucha sindical contra el gobierno de turno. Hágalo con la intención de conocer en qué condiciones le van a garantizar la educación de su hijo, los conocimientos, las destrezas y las habilidades con las que afrontará el resto de su vida.
Si permitimos que la sanidad y la educación se privaticen, dejaremos de ser ciudadanos para convertirnos en clientes, y no les importarán nuestros derechos, solo si puedes o no pagar la cuenta.