(Eduardo Madroñal Pedraza) Los datos del último informe presentado en enero de este año por Intermon Oxfam suponen una radiografía del capitalismo. Se titula “La ley del más rico”, y nos revela que el 1% más rico de la humanidad se apropió de dos tercios de la nueva riqueza producida desde 2020. Lo que significa que por cada dólar que recibía una persona del 90% más pobre de la humanidad, uno de los representantes de esa extremadamente minoritaria pero extraordinariamente poderosa élite del capitalismo global se embolsaba 1,7 millones de dólares.
No es una excepción -a causa de los efectos de un episodio imprevisible como la pandemia- es la normalidad del capitalismo. Y todos los estudios lo confirman. Según el World Inquiality Report, el 10% más rico acumula el 76% de la riqueza global, casi toda, mientras la mitad de la humanidad solo posee el 2%, es decir, casi nada.
El desarrollo del capitalismo ha llevado ese nivel de concentración de la riqueza a niveles insoportables. El Global 2000 -una lista publicada anualmente por la revista Forbes- nos dice que las mayores 2.000 corporaciones del planeta, bancos y monopolios, poseen activos por valor de 189 billones de dólares -más del doble del PIB mundial- en propiedad de sólo dos millares de grandes empresas; equivale al PIB anual de todo un continente -el África subsahariana- durante 134 años. Los 100 mayores bancos del planeta acumulan activos por valor de 90,29 billones de dólares. Lo que equivale a multiplicar por 3,34 veces el PIB de todo el Tercer Mundo, donde viven más de dos tercios de toda la población mundial.
En España también
En nuestro país vivimos inmersos en medio de una brutal escalada de precios que empobrece los bolsillos de la inmensa mayoría. Una ola inflacionaria que está directamente provocada -y esto es algo que ya admite “para sus adentros” una institución tan poco sospechosa de izquierdismo como el Banco Central Europeo- por el descarado aumento del margen de ganancias de los grandes bancos y monopolios.
Una brecha que no para de crecer entre una mayoría de la población que se empobrece y una minoría que se enriquece. Así, más del 41% de la población reconoce dificultades para pagar los recibos de luz, gas, carburantes y alimentos. 24 millones de trabajadores han perdido poder adquisitivo. La inflación quitará a las familias entre 2022 y 2023 más de 42.000 millones de sus rentas. Un trabajador que cobrara en 2022 el salario más frecuente, 1.300 euros al mes, ha perdido en el año 1.000 euros de poder adquisitivo, la nómina de un mes.
Sin embargo, en los dos últimos años los beneficios empresariales han aumentado 2 puntos en el PIB: 27.000 millones de euros. La gran banca, Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja, ha ganado casi 41.000 millones. Las seis grandes compañías energéticas (Iberdrola, Endesa, Naturgy, Repsol, Cepsa y Red Eléctrica) han ganado 31.555 millones. Y las 35 grandes empresas cotizadas del Ibex 35 han acumulado en dos años de crisis un récord histórico, 114.000 millones de euros. La mitad de estos beneficios se van al gran capital extranjero.
Lo que necesitamos es la redistribución de la riqueza, que implica recuperar -en todo o en buena parte- el inmenso botín de riqueza social que nos ha sido expropiado durante años y décadas, para ir a parar a las cuentas de resultados de bancos, monopolios y capital extranjero. Hay que expropiarles lo que ellos nos expropiaron.
¿Qué es redistribuir la riqueza?
Redistribuir la riqueza no es repartir entre todos las cargas para ayudar a los sectores más necesitados, ni recaudar un poco más de los más ricos o aplicar la política de las subvenciones basadas en subir el endeudamiento público cada vez más como si no hubiera otros recursos.
Mientras que las pymes y autónomos se asfixian con los costes de producción y los impuestos, los bancos, monopolios y multinacionales apenas contribuyen en relación a sus beneficios, y cuentan con execrables privilegios y mecanismos de evasión fiscal para pagar aún menos.
No se puede hablar de una verdadera redistribución de la riqueza si no se habla al mismo tiempo de que esa oligarquía -apenas un 1% de la sociedad- devuelva una parte significativa de la riqueza que hemos generado entre todos, pero de la que ellos se apropian en su gran mayoría.
Redistribuir la riqueza es aplicar políticas para transferir una parte sustancial de la riqueza que se concentra en muy pocas manos al servicio de la gran mayoría y el interés general del país y de cada una de las comunidades autónomas. Con medidas para reindustrializar creando riqueza y empleo de calidad; desarrollar las nuevas energías limpias y renovables dando cabida a las pymes en los proyectos de los fondos europeos y fuentes de riqueza y empleo en el mundo rural; limitar los precios de la electricidad y los alimentos básicos a cargo de los monopolios de la energía y las grandes cadenas de distribución; una reforma fiscal progresiva para que los bancos, monopolios y multinacionales contribuyan de acuerdo a sus ingentes beneficios; y aplicando la redistribución salarial imponiendo un tope a los salarios máximos para que ningún trabajador y trabajadora cobre menos de 1.200 euros netos al mes.
Redistribuir la riqueza también es destinar recursos suficientes a resolver los problemas que afectan directamente a la calidad de vida de las personas: garantizando el derecho a la vivienda para todas las familias -prohibiendo los desahucios- la calidad de la atención en la sanidad pública, la dependencia, la educación y las pensiones.
Y para ello lo que realmente hace falta es una izquierda capaz de unir en un frente amplio de verdad al 90% de los españoles por la redistribución de la riqueza frente al atraco oligárquico y financiero.